Al levantarse la persiana del concesionario veo sobresaltada que el gordo de lost me espera al final del túnel.
El gordo de lost me mira y me fijo que ha pasado por corporación dermoestética, pero sigue siendo él, con esa cara de panoli enmarcada con esa peluca trapezoidal que le sale del centro de su cráneo, con rizos cayendo hacia los dos lados de la cara.
Sonrie y gira frenéticamente su brazo derecho indicándome una pequeña maniobra para posicionar el coche, cosa que no comprendo de momento, el porqué de ella.
Lo miro y haciéndole un gesto con ambas manos le pregunto si ya hemos terminado con la “complicada” maniobra. Una especie de final de un concierto ejecutado por alguna orquesta, un gesto tajante como un director de esta.
Y me bajo.
Del coche.
El gordo de Lost me mira y sonríe de nuevo, aunque creo que no ha dejado de sonreir en todo el rato.
Le sonrío, una sonrisa educada y sin muchas ganas.
Mi pose un tanto distante se suma a que le diga que me tienen que mirar la luz derecha que se me ha fundido, mientras otro compañero suyo aparece pidiéndome la llave del vehículo.
Este no ha salido de ninguna serie televisiva, ni de ninguna corporación ni de ningun túnel, si no de un despacho, mientras el gordo de Lost, me dice que si mi petición de hoy va a ser tan solo esa luz, que era fácil concedérmela, mientras me da un to-que-ci-to en el brazo.
Me pongo tensa, ha sobrepasado mi circulo, ha osado pasar esa barrera esencial del ser humano, esa burbuja que nos separa a unos de otros, ha sobrepasado mi barrera, con ese to-que-ci-to.
-Tengo otra petición, le digo, entornando los ojos.
-No pasa nada, me sonríe.
A punto he estado de decirle, métete los to-que-ci-tos donde te quepan, pero…
-Necesitaría que estuviera el coche para las cinco, ya que vivo lejos y no tengo forma de volver a casa.
-Bueno como lo has pedido tan amablemente y con esa cara de pena –cara de pena?- también te lo vamos a conceder.
Otro to-que-ci-to.
Rie.
Y otro mas.
El gordo de Lost no sabe que es el gordo de Lost, y se cree el genio de la lámpara de Aladino concediendo tantos y tantos deseos.
-Perfecto, comento, cuando de repente veo que el “genio de la lámpara” de Lost, casi se tira al suelo de un salto, para irse directo a hincar sus caninos a las ruedas de mi coche.
-Gíralas, gíralas, le dice a su compañero. Dios mío, como está esto!!! Hum, cuando fue la ultima vez que cambiaste las ruedas, Lau? –ya me llama por mi nombre de pila, que servicio, que empatia-
-No las he cambiado nunca.
-Ah, bueno, Lau, ven, pon tu dedo en la ranura de la rueda, ves ese taco?
-Sí, el que indica que…
-Sí ese, casi está nivelado con el dibujo del neumático!
-Ya.
A esas alturas el “genio de la lámpara de Lost” se me había tornado en un vendedor de coches americano de segunda mano.
-Tengo una mala noticia Lau, ven por aquí.
Y me lleva hacia unos neumáticos nuevos de lluvia, unos con un dibujo muy profundo.
-Tocatocatoca.
-Sí, toco, pero estos neumáticos no son iguales.
-No claro. Como te decía tengo una mala noticia, Lau, no puedes ir con estos neumáticos, podrías frenar y que se te fuera el coche o se reventaran.
-Pues pasé la semana pasada la ITV y no me dijeron nada del frenado.
-Bueno es que ahí no te dicen nada de ello.
-Ya –por eso había una prueba de frenado, he pensado-
-Pero sabes Lau, tengo una buena noticia para ti!!! Me dice el “gordo-genio-vendedordecoches de la lámpara de lost”
-Si? –yo le dejo hablar-
-Si!, me dice haciendo un gesto de alegría con las manos, resulta que tenemos unos neumáticos Pirelli, que si blablablabla, blablabla, blabla…
Y ahí me ha soltado toda la retahíla de lo maravillosos, baratos y todo lo geniales que me iban a salir. Que suerte he tenido. Yo le miraba sin prestarle mucha atención, yo le miraba centrando mi vista en sus labios regorditos, que se movían rápidamente supongo expectantes a la presa que tenía casi ya en sus fauces. Yo le miraba. Y miraba, hasta que ha acabado.
-Que suerte tengo, le digo, podrías hacerme un presupuesto? –a él se le dibuja una amplia sonrisa en sus labios regorditos-… pausa, hago una pausa dramática hasta decirle: pero dudo mucho que te vaya a comprar nada.
Y ahí se me ha hundido.
Pobre gordo de Lost.
Y es que las rubias no somos tan tontas y menos si somos teñidas.
Buenos días.